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Calidad Vs Cantidad

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Si el dinero no fuera una limitante y te ofrecieran una casa de 34 o 40 m2, a las afueras de la ciudad, donde no hay hospitales, escuelas o comercios cercanos, ni pasara por ahí transporte público, ¿la comprarías?
 
Esa es la oferta que en general se ha hecho para el sector más vulnerable de la población mexicana. Casas mal construidas, con materiales de baja calidad, o en el mejor de los casos, ubicadas lejos de todo, obligando a sus habitantes a incurrir en gastos mayores para acercarse a la zona donde realizan sus actividades productivas y de esparcimiento.
 
En México sí hay créditos y “facilidades” para adquirir una casa. Tan solo el Infonavit ha otorgado en lo que va del año 113,798 créditos y desde 1972 ha dado 9’471,884. A esto se suman los créditos que otorgan otras instituciones como Fovissste. Además, durante 2017 se prevé construir 400 mil viviendas. Sin embargo, estos alcances parecen obedecer solamente al interés de fomentar tanto la inversión como el empleo que esta industria genera, equivalente al 6% del PIB nacional.
 
Una vivienda digna –bien ubicada y con servicios urbanos- “parece estar negada para quienes no tienen una casa y cuyos ingresos son mínimos”, menciona el arquitecto Antonio Toca, y en contraste destaca, como garbanzo de a libra, la labor realizada por su colega Enrique Ortiz en la promoción de la construcción de vivienda que realmente considera las necesidades y posibilidades económicas del sector social más desfavorecido. Incluso, sus iniciativas han impulsado la construcción mediante cooperativas, con la opinión y mano de obra de los futuros habitantes.
 
Recientemente, un ejemplo de esfuerzos que priorizan la construcción con calidad es el Programa Mejoramiento Barrial y Comunitario, por el cual el Gobierno de la Ciudad de México recibió el premio “Eduardo Campos”, por parte del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Este programa ha ejecutado más de 5 mil proyectos de recuperación de espacios que están en precarias condiciones urbanas, así como la creación de espacios comunes como ciclovías, foros culturales, centros laborales y de capacitación, e iniciativas de preservación del medio ambiente.
 

Una casa pensada en una infraestructura urbana, como la que se plantea en CDMX, que permite crear comunidad, cohesión social y participación es el tipo de esfuerzos que realmente crean bienestar social a largo plazo, más allá de construir por reactivar una economía de forma inmediata.



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